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  EL ABANDONO: CAMILLE CLAUDEL             He titulado este escrito-homenaje a Camille Claudel El Abandono , título de una de sus piezas escultóricas considerada por la crítica como una verdadera obra maestra. Fue una de las últimas piezas que esculpió en 1905. Camille tenía treinta y nueve años. Murió a los   setenta y nueve.             La palabra abandono atraviesa de principio a fin su existencia. Abandono por su familia; abandono por el que fue su amante, el celebre escultor Auguste Rodin; abandono por la propia historia que no la ha reconocido como artista hasta hace bien poco; abandono de ella misma a los designios de la locura.           Cuando me dispongo a escribir sobre su vida sé que voy a hablar de sufrimiento, una palabra tabú en los tiempos que corren. Circula, actualmente, un discurso social que esquiva y encierra al sufrimiento en los escollos de un silencio atronador. Las nuevas religiones que se venden como alternativas terapéuticas, con un discurso tal vez
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                                                                                                                             Detalle   FUI PINTORA        Vine al mundo en el año 1593. Mi palabra y mis pinceles han estado bajo tierra. Los acontecimientos de mi vida se silenciaron, al parecer no contenían lección alguna, tampoco mi arte. Todo fue ignorado. Incluso mi venganza se ocultó a lo largo de los siglos, pues no era comprensible.             Gracias a otras mujeres que han investigado con tesón ya formo parte de la Cultura, y los colores de mi propia vida se pueden ver y reconocer en muchos lugares de este planeta.        Así como el mar viene y va, la historia tampoco se ha quedado quieta en su propia orilla, y ha puesto voz a ese hecho luctuoso y funesto que marcó mi existencia. ¿Por qué silenciarlo? Desde tiempos inmemoriales existen bellas creaciones surgidas desde el abatimiento y desde la más profunda aflicción del ser.          Cuando aquel hombre me forzó, me trans
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    Emilia Pardo Bazán escribiendo PARA QUE TE ACUERDES              Desde que su padre la golpeó, ninguna palabra acudía a su boca, ni siquiera de queja. Ildara había enmudecido. El silencio cubrió su rostro como un manto protector. Ya se sabrá si ese silencio la enterró para siempre o fue el acicate de un futuro desafío. Cuando miraba a su padre se sentía encadenada a una especie de dolor marchito, casi muerto. Era un dolor seco y enquistado.           Tampoco volvió a llorar. Seguía sin ver por el ojo dañado. Quedó tuerta. Al principio mantuvo la esperanza, pero ya no, no veía nada por ese ojo. Con el otro observaba el diente que ya no estaba, y de forma obsesiva y fría examinaba, incesantemente, su boca desfigurada.      El  deseo se había quebrado. Ese mundo nuevo al que quiso viajar había quedado sepultado para siempre. Asediada por el deseo de muerte y un desconsuelo feroz Ildara, al ser la única hija y sin madre desde hacía tiempo, seguía cumpliendo con sus deberes filiales
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  LAS MUJERES FLAMENCAS La Serneta, cantaora y guitarrista del Siglo XIX           E s toy escuchando, deliberadamente, a La Paquera de Jerez . Su voz descomunal, libre y rotunda, me sirve de apoyo para elaborar este escrito dedicado a las mujeres flamencas.  V oy a intentar plasmar algo de lo más representativo que estas singulares mujeres han aportado a la historia del flamenco y, por ende, a la historia de la cultura. Sintetizaré mucho y obviaré aspectos tan sugerentes como, por ejemplo, el contenido de las letras flamencas portadoras de significaciones bien interesantes.      Bailar conlleva exponer el cuerpo. Es difícil hacer trampa en la expresión de lo que se quiere transmitir bailando, por ejemplo, unas bulerías, una soleá, un fandango, una seguiriya. Cuando se pone en juego el cuerpo, la tragedia, la alegría, el desplante… están a flor de piel, a la intemperie. En este campo las mujeres han estado siempre ahí, en la brecha. Y, desde luego, han sido reconocidas y adm